domingo, 13 de febrero de 2011

Tarde

"No llegaré a tiempo" pensó Ángel mientras veía su reloj que marcaba cinco para las cuatro. Estaba en la parada de autobús y debía estar a las cuatro para su entrevista de trabajo, la primer entrevista de trabajo de su vida, era muy importante para él conseguir el puesto.

De pronto, miró a la derecha y vio una hermosa sonrisa, de esas que te alegran el día y te hacen sentir como que nada puede salir mal. Sin darse cuenta, él ya estaba sonriendo y por una extraña razón la sonrisa se deformó un poco, unos segundos, y luego regresó a su lugar. Ángel tardó un momento en darse cuenta que en realidad le habían preguntado algo.

-Disculpa, ¿qué me decías?- preguntó moviendo la cabeza y sintiéndose como un tonto.

-¿Qué hora tienes?- dijo nuevamente la sonrisa con un timbre de voz cálido y dulce.

-Cinco para las cuatro- respondió él amablemente.

-Creo que no llegaré a tiempo al dentista- agregó ella un poco divertida por su situación -¿Y tú? al parecer vas a algo importante.

-Si, una entrevista de trabajo- dijo recordando que iba vestido de traje por la ocasión (con lo que odiaba los trajes) y se preguntó si no era demasiado formal su atuendo.- Es a las cuatro, llegaré tarde ¿verdad?- añadió.

-Un poco, creo- dijo ella sonriendo aún más. Un brillo en sus ojos cafés hizo que Ángel perdiera la concentración nuevamente. -Lo siento, no me he presentado, soy Mariana- se apresuró a decir mientras extendía su delicada mano hacia Ángel.

-Eh, hola, soy Ángel, mucho gusto- respondió, y al extender su mano, no pudo evitar que su portafolios cayera al suelo con un sonido sordo.

Avergonzado, se agachó a recoger todos los papeles que se habían regado por el suelo, y notó como Mariana le ayudaba también. Una vez los papeles puestos en su lugar, Ángel levantó la mirada y vio que su camión estaba por llegar, alzó su mano derecha al mismo tiempo que Mariana lo hizo.

Ambos abordaron el camión y se sentaron juntos.

-Al parecer no llegarás tan tarde a tu entrevista- dijo Mariana sonriendo nuevamente.

-Si, eso parece, pero de todos modos no daré una buena impresión.- respondió Ángel entornando los ojos en resignación.

Giró la cabeza hacia Mariana, y notó su mirada a escasos dos palmos de distancia, y pudo observar cada detalle de ese par de hermosos y brillantes ojos cafés, sus largas pestañas, unas cuantas pecas en sus mejillas, la suavidad de su piel...

Se miraron por algunos segundos, era una de esas miradas típicas de dos almas que se reencuentran después de muchísimo tiempo, y que tienen mucho de que hablar. Pero este momento fue interrumpido por el repentino y desafinado canto de un ciego al fondo del autobús. Ambos rieron ante la situación aunque no supieron exactamente de qué se reían.

-No deberían dejar a cualquiera subirse a cantar a los camiones- murmuró Mariana después de un rato.

-No podría estar más de acuerdo contigo- respondió Ángel riendo.

-Uhm, yo bajo aquí- dijo ella señalando un letrero luminoso con la imagen de una enorme muela en la acera izquierda.

-Espera, -se apresuró a decir Ángel antes de que ella se alejara- estaba pensando... no sé si quisieras ir mañana a tomar un café conmigo. Dame tu número y te llamo.

-Me encantaría, -añadió Mariana- pero ya tengo algo planeado con mi novio. Un placer conocerte.- sonrió de nuevo y bajó del autobús.

lunes, 7 de febrero de 2011

Yo Aún Sigo Cantando...

El día de hoy no me pareció que haya tenido nada interesante, a pesar de ese rato con los amigos. No tengo la justa inspiración para escribir algo. Pero al llegar a mi cuarto, y encender mi computadora, no puedo evitar poner un poco de música, y al buscar entre mi biblioteca musical que asciende a 7762 canciones y contando, me puse a reflexionar sobre esto.

Para muchas personas es sólo una forma de arte que bien podría pasar inadvertida, para otros es algo importante para llenar su iPod, bailar en el antro o cantar en las borracheras. Para otros es una forma de vida o es su vida misma. Y para mí, es una pasión, es un escape momentáneo de la realidad y el camino de regreso a ella, una amiga que nunca me traicionaría, una forma para expresarme, un buen lugar para estar.

Desde Hard Rock con AC/DC hasta la siempre sorprendente trova cubana de Silvio Rodríguez, noches como esta, en las que llego a sentir ese vacío, pueden pasar tan rápido o tan lento como quiera. Pues me transporto a los lugares más increíbles, indescifrables en ocasiones, familiares, cálidos, alegres, fríos, frescos... e invocar sensaciones tan vívidas que por un momento no pareces necesitar nada más, como liberar la furia acumulada, recordar a esa persona, olvidar los problemas, sonreir, reflexionar sobre la vida, llorar...

Siempre dicen que no debemos vivir en el pasado, que vivamos el presente de cara al futuro, pero muchas veces tenemos recuerdos de tiempos que realmente fueron muy importantes para nosotros y que no podemos tenerlos más. Creo que es bueno de vez en cuando, sentarse a recordarlos. Disfruto mucho de mirar atrás, a aquellas tardes con mi banda, los vecinos callándonos y nosotros tocando cada vez más fuerte, haciendo ruidos que en algún momento se convertirían en canciones, dibujando garabatos en papel que más tarde formarían versos, escuchando a nuestros ídolos con grandes esperanzas de llegar a ser un día como lo fueron ellos, tratando de conseguir un lugar dónde tocar o incluso, grabando nuestras propias composiciones...

Pero un día debí regresar a la realidad y darme cuenta que por mucho que ame la música, no podía seguir ahí, porque no estoy hecho para eso. Debía encontrar un camino como casi todos los demás, seguirlo y trabajar duro, y por eso estoy aquí escribiendo estas lineas, soñando mucho también y aún tratando de encontrar mi lugar. Justo hay una canción del primer álbum de los Enanitos Verdes, que me pone mucho a pensar sobre todo esto. Dice más o menos así:

"Hay muchos que ahora son ingenieros, que pocos quedaron de aquellos. Pero yo aún sigo cantando y lo voy a seguir haciendo. Una lección me dió la vida, tenés que hacer lo que el corazón diga".

sábado, 5 de febrero de 2011

Epístola I

Puebla, Pue.
12 de abril 2010.
Julia:

Hola amor, ¿Cómo estás? espero que bien, ¿Cómo te va en la capital? Me da gusto que estés cumpliendo tu sueño, ya quisiera yo tener una oportunidad así.

Sé que es muy pronto para escribirte, si apenas partiste ayer. El hecho es que te extraño y no podía dejar de pensar en ti. Además de que quería contarte algunas cosas. ¿Recuerdas al señor Gutiérrez, el que vive en la casa azul de dos pisos aquí en la cuadra? Pues resulta que el día de ayer, un par de horas después de que te fuiste, mientras yo sacaba la basura, lo vi ahorcando a un gato pardo. No supe si fue el de la señora de la tienda o el de doña Rosita.

Pretendí olvidar el asunto y entré a ver televisión, pero aún no terminaba de encender el aparato cuando escuché al señor Gutiérrez gritar tan desgarradoramente que no pude evitar un sobresalto, mi presión subió en un instante y me vi corriendo hacia su casa sin siquiera pensar. Iba a tocar la puerta cuando vi que estaba abierta, comenzaba a anochecer, por lo que tuve que encender la luz al entrar, y se me heló la sangre al descubrir el cadaver inerte del señor Gutiérrez.

Corrí de regreso a la casa, cerré con llave y llamé a la policía. Cuando me preguntaron la causa de la muerte no supe qué responder, no vi sangre, ni otra persona en la habitación, ni parecía que hubiera estado enfermo. Estuve vigilando la calle desde la ventana del cuarto de arriba, y estaba absolutamente desierta.

Después de un tiempo que me pareció eterno, llegó la policía, entraron a la casa del señor Gutiérrez y unos minutos depués fueron a tocar a mi puerta, dijeron que la casa estaba vacía y no había ningún cadaver. Se fueron sin más, porque su turno estaba por terminar, y yo, temblando de miedo, me quedé parado en el recibidor.

Traté de conservar la cordura y me fui a acostar sin siquiera cenar. Quería dormir y que todo esto terminara. Pero hoy en la mañana, al revisar la correspondencia, encontré una nota en una hoja arrancada de un libro, que decía: "sé lo que viste anoche, y al parecer no sabes guardar silencio".

No entendí por qué querían que guardara silencio, qué significaba aquella nota, y porqué me la enviaban, pero al voltear hacia la casa del señor Gutiérrez lo ví observarme desde su ventana, y en cuanto advirtió que lo veía, se ocultó tras las cortinas. Realmente me asustó mucho, ¿Qué fue lo que había visto anoche? ¿Cómo es que el señor Gutiérrez estaba vivo? ¿Qué quiere de mi?

Fue entonces cuando corrí a tomar papel y escribirte estas líneas, para que si algo me pasa, puedas averiguar qué fue lo que ocurrió.

Te ama.
Fernando.

P.D. Mañana te escribiré de nuevo sin falta, a menos que no pueda hacerlo.

martes, 1 de febrero de 2011

Magia

-Hola señor Payaso.

-Hola -contestó con una voz áspera y a la vez amable.

-Disculpe, ¿Sabe hacer magia?- preguntó el niño, con un enorme y obvio interés en la respuesta que iba a obtener.

-Claro - respondió el Payaso sin componer una sonrisa siquiera.

Metió su mano a la bolsa izquierda de su enorme y amarillo pantalón, y sacó de allí un pequeño pañuelo verde. Después, fue a la bolsa derecha, y tras rascar un rato, su mano mostraba unas brillantes tijeras.

-Toma, corta el pañuelo -dijo, en un tono muy bajo, tendiéndole las tijeras al niño, el cual las tomó con cierta precaución y empezó a cortar el pañuelo que pendía de ambas manos del payaso.

Una vez que el niño terminó la labor de cortarlo, el payaso comenzó a hacer una serie de movimientos, un abracadabra y un hocus pocus, y el pañuelo estaba unido de nuevo, sin remiendos ni marcas, como si nunca hubiera sido mutilado.

-¿Cómo lo hizo?- preguntó el niño asombrado.

-No te lo diré- respodió a prisa.

-Por favor, dígame cómo lo hizo.

-Un buen mago nunca revela sus secretos- respondió en un tono cortante, dejando ver cómo perdía la paciencia ante tal insistencia.

-¿Sabe? yo un día quiero ser mago.

-Yo no quiero serlo.

-Pero usted ya lo es, debe ser genial- agregó el niño con un suspiro.

-No, no lo es. ¿Sabes por qué? Porque toda esta magia puede hacerte feliz, a ti y a muchos otros niños, pero sólo por un rato, no puedes vivir sólo de eso. En cambio, yo tengo que vivir de eso, ahí es cuando me detengo a pensar ¿Quién se pone a hacer trucos de magia para mí? y entonces me doy cuenta de mi maldición, de que no sirve de nada tener los medios para ser felices o incluso hacer felices a los demás si no tienes con quien compartirlo, y que ese alguien lo comparta contigo.

Al niño, que escuchaba con atención, le parecieron tan aburridas esas palabras y tan carentes de sentido, que simplemente se alejó en cuanto el payaso terminó de hablar, preguntándose como pudo haber hecho para reparar su pañuelo.

"Magia" pensó "eso fue".