De pronto, miró a la derecha y vio una hermosa sonrisa, de esas que te alegran el día y te hacen sentir como que nada puede salir mal. Sin darse cuenta, él ya estaba sonriendo y por una extraña razón la sonrisa se deformó un poco, unos segundos, y luego regresó a su lugar. Ángel tardó un momento en darse cuenta que en realidad le habían preguntado algo.
-Disculpa, ¿qué me decías?- preguntó moviendo la cabeza y sintiéndose como un tonto.
-¿Qué hora tienes?- dijo nuevamente la sonrisa con un timbre de voz cálido y dulce.
-Cinco para las cuatro- respondió él amablemente.
-Creo que no llegaré a tiempo al dentista- agregó ella un poco divertida por su situación -¿Y tú? al parecer vas a algo importante.
-Si, una entrevista de trabajo- dijo recordando que iba vestido de traje por la ocasión (con lo que odiaba los trajes) y se preguntó si no era demasiado formal su atuendo.- Es a las cuatro, llegaré tarde ¿verdad?- añadió.
-Un poco, creo- dijo ella sonriendo aún más. Un brillo en sus ojos cafés hizo que Ángel perdiera la concentración nuevamente. -Lo siento, no me he presentado, soy Mariana- se apresuró a decir mientras extendía su delicada mano hacia Ángel.
-Eh, hola, soy Ángel, mucho gusto- respondió, y al extender su mano, no pudo evitar que su portafolios cayera al suelo con un sonido sordo.
Avergonzado, se agachó a recoger todos los papeles que se habían regado por el suelo, y notó como Mariana le ayudaba también. Una vez los papeles puestos en su lugar, Ángel levantó la mirada y vio que su camión estaba por llegar, alzó su mano derecha al mismo tiempo que Mariana lo hizo.
Ambos abordaron el camión y se sentaron juntos.
-Al parecer no llegarás tan tarde a tu entrevista- dijo Mariana sonriendo nuevamente.
-Si, eso parece, pero de todos modos no daré una buena impresión.- respondió Ángel entornando los ojos en resignación.
Giró la cabeza hacia Mariana, y notó su mirada a escasos dos palmos de distancia, y pudo observar cada detalle de ese par de hermosos y brillantes ojos cafés, sus largas pestañas, unas cuantas pecas en sus mejillas, la suavidad de su piel...
Se miraron por algunos segundos, era una de esas miradas típicas de dos almas que se reencuentran después de muchísimo tiempo, y que tienen mucho de que hablar. Pero este momento fue interrumpido por el repentino y desafinado canto de un ciego al fondo del autobús. Ambos rieron ante la situación aunque no supieron exactamente de qué se reían.
-No deberían dejar a cualquiera subirse a cantar a los camiones- murmuró Mariana después de un rato.
-No podría estar más de acuerdo contigo- respondió Ángel riendo.
-Uhm, yo bajo aquí- dijo ella señalando un letrero luminoso con la imagen de una enorme muela en la acera izquierda.
-Espera, -se apresuró a decir Ángel antes de que ella se alejara- estaba pensando... no sé si quisieras ir mañana a tomar un café conmigo. Dame tu número y te llamo.
-Me encantaría, -añadió Mariana- pero ya tengo algo planeado con mi novio. Un placer conocerte.- sonrió de nuevo y bajó del autobús.